Arte: Juan Mcfly bajo licencia CC
Aquel hombre, sumido en la más absoluta de las tristezas. Incapaz ya de determinar donde terminaba su vida y empezaba su muerte. La muerte, la deseaba profundamente, la esperaba día tras día. Era demasiado cobarde para dársela por mano propia, pero era muy valiente para esperarla sin temor alguno. Canallas sentimientos. Era su tristeza su única compañía, abandonado en los recuerdos de aquellas cosas que pudieron ser y no fueron. Esta noche asistía al funeral de su propio corazón, la música de fondo una dolorosa elegía, otrora una bella canción de amor.
Inundaba su habitación de recuerdos, cartas y retratos de una época que parecía no tener final. Aquel hombre sostenía delicadamente una copa de vino, contemplaba las paredes en silencio y dio un sorbo. Las cartas, acaso fue todo mentira? Acaso esos sentimientos y esas palabras eran solo un engaño, era un juego?. Que había hecho mal?. El funeral de su corazón. Todos sus pensamientos estaban enfocados en ella. A quien amaba. Por quien se desvelaba. Imposible era apartarla de su vida. Llevo la copa a sus labios y bebió un trago más grande.
Estaba en el limbo, no había cielo ni infierno para su torturada alma. Y en un arranque de locura o sensatez, arrancó los retratos de la pared y los tiró a la chimenea. Estaba enloqueciendo o simplemente volvió a la realidad? Pronto las cartas siguieron el mismo destino y ardían. No supo si era efecto del vino o que sucedía, pero esas memorias ardían de manera extraña. Llamas rojas que no consumían el papel. Valentía o locura. Enloquecido tomo los retratos que se negaban a perecer en el fuego dela chimenea, el dolor de su alma era muy grande, tanto como para no sentir el dolor que le provocaba el fuego. Los arrojo fuera unos cerca a su biblioteca, otros a las cortinas. Pronto el fuego se extendió por toda la habitación.
Envuelto en llamas entendió que esos recuerdos se negaban a irse. Aun cuando el fuego los borrara permanecerían en él. No tenia miedo a morir y esta noche la muerte lo visitaba. Un Ángel de fuego que purificaría su alma y lo liberaría de su dolor. Su habitación ardía por completo... Moriría pero sus recuerdos morirían también con él. No más tormentas en su corazón. El fuego le destrozaba la carne, pero le regresaba la paz. La muerte lo visitaba y el fuego borro todo.
¿Sabes? Este cuento lo leí con una canción de fondo en mi cabeza "El jinete" de "Enrique Bunbury" No se por qué, pero este cuento refleja esa canción.
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