lunes, 13 de febrero de 2012

El suicida...

Ilustración hecha por Juan Mcfly.
Bajo licencia CC
Ya había intentado acabar con su vida en un par de ocasiones, pero una por cobardía y la otra por que las circunstancias se lo impidieron, resultaron en infructuosos intentos. La primera vez no tuvo el coraje de apretar el gatillo y la segunda fue tanto el veneno que ingirió que su estomago lo devolvió todo sin causarle mas que un desmayo y una visita al hospital. Realmente es algo que no viene al caso. Habían pasado bastantes años desde que eso pasó y durante ese tiempo había decidido que tal vez, que quizá si el destino se lo permitía podría seguir viviendo sin incomodar y sin buscar que nadie lo incomodara.

Pero llamar cobardía al destino era algo un poco errado. Aún cuando las intenciones de cortar su vida no eran tan fuertes como hace unos años de vez en cuando lo pensaba. Era algo que iba más allá de la depresión o del mero existencialismo, la muerte le susurraba pero prefería ignorarla, prefería ignorar el mensaje. 

Por que deseaba morir? A veces ni él mismo sabía. Quería morir pero su miedo no lo dejaba. No podía por su propia mano. No quería esperar a morir de viejo y el simple hecho de cortarse o envenenarse lo hacían dudar de cuanto tiempo iba a estar agonizando. No quería eso. Pero la vida cada día le frustraba más y más. Su vida de por si era un caos y esa tal vez era la razón principal para desear morir.

Tanto deseaba su propia muerte que en sueños se veía morir, de formas violentas, pero rápidas. Despertaba sobresaltado pero nunca temor. Bueno, era un sueño, muy real ya que llegaba a sentir dolor. Aunque era mas la satisfacción ya que eran muertes rápidas, casi siempre era un disparo o arrollado por algún vehiculo, pero eran muy fugaces, le daba espacio para sentir algo de dolor, pero de esa forma su mente experimentaba la sensación de finiquitar su existencia. 

Un día sin más ni más tomo la firme decisión de que ya era el momento de ponerle final a sus días. Impulsado por la depresión contrato un servicio de sicarios para que tomaran su vida, vía telefónica solicito el macabro servicio, depositó el dinero en la cuenta del pistolero. Nunca hubo nombres, solo instrucciones, una en especial: el acto debía cometerse a largo plazo, varios meses preferiblemente y que no debía avisarle cuando daría el golpe.. Cuando el matón escuchó esto guardo silencio al otro lado de la línea, aunque el dinero ya había sido retirado de la cuenta dudó por un instante, y era la primera vez que le pedían eso, pero aceptó.

Ahora solo le quedaba esperar e intentar pensar en algo que no fuera la terrible transacción.

Pasaron varios meses y los sueños con su propia muerte habían dejado de ser tan frecuentes, aunque cada vez más reales. El trabajo o ver televisión lo mantenían entretenido, tampoco casi pensaba en el “encargo” que había hecho hace unos meses; no sabía si preocuparse o sentirse tranquilo ya que de todos modos cualquier momento sería bueno para morir. Un buen día mientras caminaba a su trabajo descuidadamente cruzó la avenida, no vio el camión que se dirigía descontrolado hacía él y supo que ese era el momento. Cerró los ojos y sintió el impacto, un poco de dolor y la pérdida total del sentido. Casi instantáneamente despertó en su cama sobresaltado y pudo ver a un hombre que le apuntaba directo a su cara con una gran pistola. Apenas pudo escuchar la explosión y un leve dolor de cabeza para despertar de nuevo en el piso de su oficina, se había quedado dormido.

Confundido se dirigió a la calle y se arrojó al primer vehículo que cruzaba la avenida. Voló varios metros antes de perder el conocimiento y sentirse morir de nuevo. Abrió los ojos y se encontraba atado a la camilla de un hospital conectado a varios artilugios médicos. Había un medico a su lado derecho instruyendo a estudiantes sobre su caso: El caso de un hombre que se disparo a la cabeza pretendiendo acabar su vida.