martes, 19 de junio de 2012

La bruja y el espejo...

Arte: Juan Mcfly
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Las viejas del pueblo dicen que era una bruja. Dicen que su belleza era producto de un pacto con un espíritu antiguo, sería bella ante los hombres, pero jamás podría ver su propio reflejo en un espejo. Esto quizá la aterró en un comienzo, pero sería un precio justo. Pero no podría verse, no sabría como sería esa belleza, de todos modos podría vivir con ello, o eso pensaba.  Una tarde de esas en las que pasaba por la taberna dijo algo sobre un pintor que le haría un retrato. Muy puntual el pintor llego el día domingo, muy presto con sus oleos y sus pinceles.
No hubo contratiempos. El pintor estaba encantado con la belleza de la mujer y mas tarde que pronto estaba ultimando detalles. Con lo que la bruja no contaba es que el trato con el espíritu antiguo no le permitía ver su imagen de ninguna forma, que peor forma de darse cuenta que ver con frustración un lienzo en blanco dónde se supone debía estar su retrato. Se limito a hacer cara de que le gustaba y pagar sin remedio al pintor por su gran obra.

Cada día se sentía mas frustrada por que no sabia como se veía. No sabía que era eso que atraía a los hombres y que las mujeres le envidiaban. Se paró frente al espejo y hundida en el desespero rompió en llanto. Luego el llanto se convirtió en ira y arremetió a golpes contra el espejo como si este fuera el culpable. Vociferaba, gritaba, lanzaba cuanto maleficio milenario conocía y nada pasaba. Su bello rostro seguía sin reflejarse en el espejo.

Estas cosas de la magia negra se arreglan con sangre. La bruja comprendía lo que esto conllevaba: un sacrificio. Pero era su sangre la que estaba en juego, la maldición fue lanzada a si misma. Fue ella quien cerró el pacto con el espíritu antiguo. No era nada más sino su alma lo que había vendido a cambio de ser la mujer más bella con el efecto secundario de no poder ver su propia belleza, ni en un espejo, ni en un retrato.

No aguantaba más. No iba a esperar un minuto más. Pero eso no era vida para ella. Halagada, adulada, envidiada, sin tener clara la razón. No dudo un solo segundo cuando hizo sendas incisiones en su cuello y muñecas. La sangre brotaba lenta y cálida sobre su piel, se postro de rodillas frente al gran espejo y a medida que su sangre fluía una difusa imagen se formaba en el espejo. Cuanto mas se desangraba mas claro se hacia su reflejo.

Cuando finalmente pudo ver lo hermosa que  era no había más sangre que derramar y cayó muerta en un charco formado por su sangre sonriente y en paz. Y allí estuvo hasta el día en que los cuervos devoraron su carne pues fue ese el ultimo hechizo que lanzó-